miércoles, 4 de junio de 2008

Felicidad clandestina
Clarice Lispector
Ella era gorda, baja, pecosa y de pelo excesivamente crespo, medio amarillento. Tenía un busto enorme, mientras que todas nosotras todavía eramos chatas. Como si no fuese suficiente, por encima del pecho se llenaba de caramelos los dos bolsillos de la blusa. Pero poseía lo que a cualquier niña devoradora de historietas le habría gustado tener: un padre dueño de una librería.
No lo aprovechaba mucho. Y nosotras todavía menos: incluso para los cumpleaños, en vez de un librito barato por lo menos, nos entregaba una postal de la tienda del padre. Encima siempre era un paisaje de Recife, la ciudad donde vivíamos, con sus puentes más que vistos ...
Nota: el año pasado nos invitaron a una actividad por el día del libro en la escuela de bibliotecología, era a mitad de mañana y estaba trabajando, así que salí del trabajo, llegué, conté y mientras me ponía la campera para irme, María Rosa Capó (una genia), empezó a leer este cuento, yo me debatía entre irme y seguir escuchando, al final resolví irme por que tenía que seguir trabajando. Cuando llegué al trabajo no recordaba el autor ni el titulo del cuento, así que paso mucho tiempo para que me rencontrara con el cuento, les dejó el comienzo del cuento para que no les pase lo mismo que a mi.

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